Puede fallar, pero si vas a ver una película con Kate Winslet hay cierta garantía de calidad, no solo porque es buena actriz sino porque tiene ese don para saber elegir lo que hace. Y qué bueno es ver que con El Poder de la Moda esto se sigue cumpliendo.
Pero que el título no te engañe: no es (solo) una película sobre vestidos. Lo que comienza siendo una historia simple de retorno al origen, termina ofreciendo reflexiones sobre la infancia, el amor, el maltrato y la justicia.

¿De qué se trata El Poder de la Moda?
En los años 50, Myrtle “Tilly” Dunnage (Kate Winslet) regresa a su pueblo natal en Australia para cuidar de su madre enferma (Judy Davis). Tilly fue desterrada del pueblo cuando tenía 10 años tras ser acusada de matar a un niño. Hoy adulta, se ha convertido en una mujer fuerte, magnífica costurera y con toda la experiencia que le dio vivir en París. Nada más lejano a su realidad que aquella tierra que la vio nacer y la echó sin piedad.
La llegada de Tilly revolucionará el pueblo, creando los más bellos vestidos para las mujeres del lugar, pero también por el regreso de fantasmas del pasado: la costurera quiere recordar cómo fue aquel trágico episodio que marcó su vida y por el que, aún adulta, le dicen asesina.
Y también habrá amor, cuando Teddy intente seducirla (irresistible Liam Hemsworth, tengo que decirlo, y la película se encarga de dejarlo en claro… ejem).

¿Por qué hay que ver El Poder de la Moda?
La película está basada en la novela homónima de Rosalie Ham y cuenta con la dirección de Jocelyn Moorhouse. La directora logra entregar una historia muy bien construida, que no aburre ni un segundo y que en es muy poco predecible (¡bien por eso!). Winslet es tan efectiva como siempre, tan humana, tan creíble.
El film tiene la virtud de no encajar del todo en ningún género: podríamos decir que es una comedia dramática, con elementos trágicos, melodramáticos y hasta de policial, pero lejos de ser un problema, todo fluye para entregarnos eso que suele escasear: una película original.
Los vestidos son una excusa, lo que importa es el resto. Porque aunque esas ropas plenas de glamour invadan al pueblo y hagan lucir a muchas de sus mujeres como salidas de un desfile, la esencia no se puede tapar con tela. El tópico de «pueblo chico, infierno grande» encuentra aquí una magnífica expresión.

Uno de los puntos que más me llamó la atención es que las líneas argumentales no se cierran en simultáneo, como suele suceder. En especial sorprende el romance entre Tilly y Teddy, que no se resuelve al mismo tiempo que la historia del pueblo, la madre y el misterioso pasado. Lo interesante es que hace que el romance se torne secundario y recordemos lo verdaderamente importante: se trata de la historia de una mujer que resurgió de las cenizas y no está dispuesta a que vuelvan a pisotearla. Esa es la trama principal. El amor va, viene, cambia, pero el pasado debe resolverse para poder seguir adelante.
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