Cuando terminé de ver «45 años» sentí que tenía algo en común con «Desde ahora y para siempre» («The dead»), el film de 1987 de John Huston basado en «Los muertos» de James Joyce. Ese nexo que vino a mí es la evocación como motor del relato. La presencia de lo ausente, como un fantasma que vuelve inesperadamente a movilizar a los personajes.
¿De qué se trata «45 años»?
Kate y Geoff (Charlotte Rampling y Tom Courtenay) están a una semana de celebrar su 45° aniversario de casados. Llevan una vida tranquila en las afueras de la ciudad. Pero los preparativos para la fiesta se ven interrumpidos por una carta que le avisa a Geoff que encontraron en un glaciar de los Alpes suizos el cuerpo de su novia fallecida hace 50 años.

¿Qué hubiera pasado si aquella mujer no hubiese muerto? ¿Por qué tenía que reaparecer a una semana de la gran celebración? La historia la vivimos a través de los ojos de la magnífica Charlotte Rampling. Es ella la de la inquietud interior, porque, eso sí, aquí las procesiones van por dentro.
Esta mujer difunta se torna casi una tercera en discordia por su solo recuerdo. Y aquí hay otro elemento en común con la película de John Huston: lo epifánico. Avanzado el relato, en esa quietud de emociones contenidas y reflexiones internas que jamás se dicen, hay una revelación no menor. Hay un «darse cuenta» que para el personaje de Rampling resignifica unas cuantas cosas, incluso su propia vida.
Razones para ver «45 años»
Una de las cosas que encontrarás en esta película es algo a lo que el cine parece huirle: la relación de pareja entre personas maduras. Lejos del «chica-conoce-chico», el film se inmiscuye en la intimidad de esta pareja casi de la tercera edad, con su rutina, sus costumbres, su cariño e incluso su sexualidad. Un punto de vista muy poco frecuentado y que seguramente el público adulto agradecerá.

Así como solemos ver películas donde la norma es la espectacularidad, tengo que decirte que amo ver películas que con un planteo sencillo pero profundo logran indagar en las inquietudes humanas, valiéndose de grandes actuaciones, un despliegue justo, una destacada dirección de fotografía y un guión que entiende que el silencio puede decir más que grandes discursos.
El director Andrew Haigh contó con dos excelentes actores sobre los cuales reposar el relato. Por su planteo y su discreto despliegue, la película bien podría ser una obra de teatro y eso también permite que Rampling y Courtenay entreguen soberbias interpretaciones. El guión es una trasposición del relato «In another country», del escritor inglés David Constantine, quién escribió el guión del film junto al director.
La película puede resultar demasiado silenciosa, demasiado calma, en medio de films que compiten por ver quién crea explosiones más devastadoras. Pero este es otro cine, intimista, humano, decididamente más realista, que ayuda a compensar la balanza. Bienvenido sea.
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