Confieso que no soy fan de las películas sobre la mafia. Pero también debo decir que me encanta el cine francés. «Conexión Marsella» se presenta como una opción ideal para quien gusta del cine de género y no se le termina de animar al cine europeo.
Pero esto no es ni «El Padrino» ni una miniserie sobre Pablo Escobar. «Conexión Marsella» se sitúa en la ciudad del título durante los años 70, a donde Pierre Michel (Jean Dujardin), un abogado con esposa y dos hijas pequeñas, es trasladado para ponerse al mando de la lucha contra el narcotráfico y desbaratar la red mafiosa que fabrica y exporta heroína a Estados Unidos. Menuda tarea. También sabremos quién es y cómo vive Gaëtan Zampa (Gilles Lellouche), el capo mafia imposible de atrapar.
Uno de los puntos interesantes es que la película no será vista solo a través de policías y jueces que van detrás de rostros que se esconden y no sabemos quienes son. No. Acá los mafiosos comparten su vida con el espectador tanto como los demás. El director sigue a unos y a otros, dándoles casi el mismo protagonismo.
Por otro lado, si se busca una clase acelerada de cómo funciona el narcotráfico, aquí la tendrán. Si hay algo que logra la película es explicar a la perfección el entramado de complicidades mafioso. Se entiende. No solo es ajuste de cuentas y sangre, también es ingenio.

La famosa canción «Bang bang (my baby shot me down)» es oportunamente usada casi como un leit motiv. Como les decía, habrá sangre, en cantidad razonable, pero sin ser nada insoportable, lo cual se agradece. Y habrá glamour. Sí, glamour. Mafia y glamour. Casas y sitios deslumbrantes, vestuarios impactantes: porque estamos hablando de dinero a cambio de lujo. Y encima, lujo francés.
Dejo de lado la seriedad por un momento para referirme a Jean Dujardin: no solo es un excelente actor (el protagonista del film mudo «El artista» y ganador del Óscar, para quienes no lo recuerden), maravilloso intérprete, sino que es un completo placer visual verlo. Si no les gusta la mafia… vayan por Jean.

Dirigida por Cédric Jimenez, «Conexión Marsella» dura 2 horas y 15 minutos, pero se hace un poco larga. Cuando parece que ya está todo como para el descenlace…. falta media película. Eso se siente. Sin embargo, el final la redime. Y es en los finales en donde entendemos que es una película francesa. Es en el final que llega ese realismo que caracteriza a buena parte del cine galo, en contraposición al hollywoodense. Realismo francés. Lógica. Sentido, aún cuando no nos guste. Una postura frente al mundo donde la justicia poética se desdibuja. Y es por esa forma de narrar que, si no estás acostumbrado al cine francés, tenés que verlo. Para notar la diferencia. Creéme: el realismo es francés.
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