Lo que sigue lo escribí allá por 2011. ¿Por qué resucitar un texto sobre una película casi ignota de la que, como verás, ni siquiera pude conseguir un afiche en calidad decente? Porque me parece genial. Tres veces Ana es un film muy moderno, interesante, original.
Lo que tiene de bueno lo tiene de poco difundido. Así que acá te cuento más y te dejo el link a la película en YouTube que alguien subió. La calidad es baja, pero ¡dale una oportunidad! 🙂
Los cambios sociales modifican la representación de la realidad en la gran pantalla. A cada época su cine. Desde los inicios, las películas argentinas construyeron una mujer pasiva que secundaba al hombre.
En las comedias, las señoritas burguesas se veían embarcadas en una serie de enredos que siempre llegaban a buen puerto; y en el cine de corte social popular, el hombre sufría en su búsqueda por ser alguien, mientras ella – la amada de turno- esperaba pasiva el regreso de su héroe.
El cine de la generación del ’60: hacia una nueva mujer
Con el cine de la generación del ’60, la representación de los jóvenes vira 180 grados y se torna intimista, producto de un cine que prefiere los silencios y los cuestionamientos existenciales por sobre la anécdota de final predecible.
Estos cineastas dan paso a una mujer distinta, que no es estridente ni diva. Es común, discreta, sencilla, misteriosa, independiente, una mujer que calla el remolino interior.
En este marco, Tres veces Ana (1961) del director David José Kohon, se convierte en ejemplo ideal del cambio. Desde el título, propone tres tipos de mujer y tres tipos de hombre, quitando del medio la habitual uniformidad clásica del cine de buenos y malos.
Argumento de Tres veces Ana: tres versiones del hombre y la mujer
La película se estructura en tres episodios llamados La Tierra, El Cielo y La Nube, cada uno de ellos protagonizado por una versión distinta de Ana, encarnada siempre por María Vaner.
Las historias cuentan la relación entre un hombre y su propia Ana. La insatisfacción será el conflicto a resolver y cada cual lo hará a su manera. El afiche promocional del film lo plantea: tres verdades diferentes… ¿o una sola mentira?
Episodio La tierra: amor joven en el mundo real
La primera parte se denomina La Tierra y comenta lo sucedido entre un joven (Luis Medina Castro) y una mujer que conoció en el tren. Ella es callada y recatada, y viaja todos los días a Capital para trabajar. La Ciudad de Buenos Aires es el escenario del pausado transitar de la pareja.
Encuentros varios derivan en lo inesperado: el embarazo prenupcial. Jamás se verá nada, pero el espectador entenderá cómo un médico amigo se encargará del asunto. La procesión irá por dentro.
Episodio El Cielo: volar libres, vivir atados
En la segunda parte del film, Ana se planta a las antípodas de su tocaya anterior y se convierte en una mujer despreocupada, extrovertida y sin tapujos.
Raúl (Alberto Argibay), un joven que trabaja y estudia, va con un amigo a una casilla en las afueras de la ciudad donde hay varias personas tomando, fumando, gritando en una suerte de orgía encubierta. Ella estará con uno, seducirá a otro, la muerte pasará por al lado y todos reirán. La falta de sentido se devela como vicio: ¿jóvenes libres? Nada de eso. Jóvenes esclavos de su propia insatisfacción.
Episodio La Nube: ¿soñar no cuesta nada?
La película culmina con el episodio denominado La nube. La cámara vuelve a la ciudad para retratar a Daniel (Walter Vidarte), un joven dibujante que pasa sus días en la redacción de un diario. Un soñador, un solitario, que un día descubre en la alta ventana de un edificio a su propia Ana. Esa mujer idealizada, perfecta, suprema, a la que ama sin conocer. Un ideal de mujer producto de su imaginación que de tan elevada corre riesgo de derrumbe. ¿Caerá? El amor platónico por Ana culmina de la forma más inesperada.
Tres veces Ana: los tres estados del amor
Cada episodio de Tres veces Ana se torna más irreal a medida que se asciende (tierra – cielo – nube). La relación más verdadera y palpable es la primera; la segunda se vuelve más pasajera, frívola y casual; hasta que en último término, la relación no existe más allá de la mente del protagonista.
Lo mismo sucederá con Ana, que en cada relato se volverá cada vez más falsa. Aunque esto no necesariamente tiene una connotación negativa, ya que en La Nube ese amor tiene tanto de irreal como de puro (no digo más para no dar spoiler!).
Retrato de una generación
En el film, la segunda Ana dice una frase que resume la problemática de los jóvenes de las películas de la generación del ’60: “tengo ganas y no sé de qué”. La insatisfacción de una juventud burguesa que se debate entre el encandilamiento consumista, la naciente tv y los ídolos juveniles (el film «Pajarito Gómez» es de visión obligatoria en ese sentido), y el vacío existencial que experimentan.
Con Tres veces Ana, David José Kohon aporta múltiples visiones sobre el amor juvenil: el real, el pasajero y el ilusorio. Estados sentimentales que no pierden vigencia pero que finalmente el cine de los ’60 se decide a mostrar. Cambian las relaciones y el cine se acerca a ellas. Cambia la mujer y la cámara se entrega para mostrarla y contar sus historias. Ellos y Ana… la historia de todos alguna vez.
Este artículo fue publicado originalmente en Suite101.net el 14/11/2011
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